Ticuantepe

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martes, 30 de noviembre de 2010

Venecia y San Gerónimo







El martes por la noche salimos hacia la zona de Condega donde hemos estado dos días. Los /as jóvenes, este año de manera diferente, han estado vivendo en sus casas, cada uno con una familia (en febrero tuvimos la oportunidad de estar en Octional también conviviendo con ellos pero la involucración fue menor, las condiciones mejores y además íbamos acompañados, pero esta vez han sido parte de las familias), comiendo sus comidas, ayudando en las labores del campo y en las tareas diarias, cada uno con su familia.

Allí nos han demostrado que es muy fácil amar a sus gentes, que no tienen nada material y te lo ofrecen todo, y digo material porque son ricos en valores, respeto, honestidad...

Yo he estado en el albergue pero también tenía mi familia, Rosalinda y los suyos que han cuidado de nosotros/as como si nos conociesen de toda la vida. Es bonito volver y que te recuerden y partir y que se vuelvan a acordar de tí. Al día siguiente a nuestra partida, en una zona en la que no hay cobertura y se tienen que ir a un cerro para hablar por teléfono, Rosalinda me llamó para ver cómo estábamos y para decirme que mi novio se acordaba de mí, un niño de 16 meses que me enamoró.

También estaba Daniela, una niña con la que estuvimos en febrero y no se separó de nosotros/as en todo el día.

Para despedirnos de ellos/as, los/as jóvenes prepararon juegos y un par de piñatas y no fue sólo para niños, no, allí estaba toda la comunidad. También nos hizo reflexionar cómo los niños discapacitados, o como los llaman aquí, niños/as con capacidades diferentes, están totalmente integrados/as y participan en las actividades.

Podéis imaginaros lo emotiva que fue la despedida.

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